lunes, 5 de octubre de 2009

PLATA

Fíjate en lo fácil que resulta todo,
como brillan las luces que quedan encendidas
al otro lado de la ventana,
en la oscuridad pronunciada de la noche
que parecen gotitas de plata.

Aquella de la última planta,
esa que es reluciente y parece tan lejana,
la que es una estrella diminuta allá al fondo:
esa es la que más tiempo queda encendida.

Seguramente apaciblemente alguien tenga miedo,
por ello siempre la tiene atenta y vigilando,
impidiendo que la noche entre en la sala
porque la plata de la luz se lo impide.

Tal vez alguien aficionado a la lectura,
alguien al que el insomnio domina,
quien en las hojas de historias de un libro
encuentra la compañía que físicamente no tiene.

Anónimas gotitas de plata asoman tras la ventana,
como si cada una de ellas tuviese vida propia,
cada una con su historia independiente
y que sin que se den cuenta, tan parecidas.

La luz de las estrellas en todo lo alto,
confundidas y camufladas por las de las farolas,
disfrazadas a veces de colorines
se sienten ninguneadas por las impostoras.

Y la mano que corre la cortina,
haciendo a la plata un poco menos plata,
apagando su luminosidad hasta que alguien de nuevo,
cuando pida a gritos el aire de fuera,
deje al descubierto nuevamente más plata.

Otra de enfrente nuestra es más alegre,
a pesar de que es igual que la de al lado
pero sin embargo el trasiego de niños que presenta
curiosos mirando la calle todavía prohibida.

Y siempre hubo plata y plata,
no siempre su brillo significa semejanza,
hasta en esto de los metales naturales
los hay y los hubo quienes son más cotizados.

Aquella plata por ejemplo,
la que se intuye tras la arboleda de naranjos tras la carretera,
aquella que prácticamente no se deja ver
pero que por su ubicación presume de más rango.

Esa a la que me refiero,
la de la intimidad de las ramas verdes,
la que prefirió la soledad y el anonimato,
presume de plata pero es la que menos tiene.

Y mientras vivimos de cara a todos,
cuando vemos la plata reflejadas en los cristales,
inundada la noche de soledades
como aquella plata oculta tras los naranjos de la carretera.

Mira aquella, es nueva,
anoche mismo no estaba,
acabo de ver como se enciende,
quizás para reivindicar más compañía.

Hoy tal vez cuando venga la noche,
cuando descorramos las cortinas para que venga el aire,
en este verano que ahora aprieta,
sepamos distinguir de entre plata y plata.

Y son gotitas de plata,
que diariamente nos acompañan,
hablan directamente desde la lejanía,
anunciando a todos de quién se trata.

Anónimas luces que en la noche cabalgan,
en el horrible asalto anterior a la madrugada,
descargando soledades a la espera de que pase el tiempo
dando al tiempo un cierto halo de alhaja.

Se encenderán como cada día cuando la tarde se valla,
antes incluso de que el sol diga hasta mañana,
intentando evitar la noche y que esta resulte tan larga,
para ser así gotita encendida de plata.

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