jueves, 15 de octubre de 2009

LENTEJAS

Hay veces en las que uno no tiene más remedio que enfrentarse al almuerzo del medio día con la alegría y la algarabía de quien va al matadero, como el que va al dentista dispuesto a que le practique un agujero inmenso en su delicada encía, le taladre hasta el hueso, le meta un tornillo sin tuerca por ejemplo, y le meta de golpe y porrazo una bella pieza de porcelana por ejemplo, que después no puedes ni hablar porque tu lengua, acostumbrada al hueco de la muela o el diente picado, siempre escoge el camino más corto para hacer su trabajo.Como digo, hay ocasiones en las que, después de un duro día de trabajo o de estudios o de lo que sea, llega uno a casa y se encuentra con que tu madre o la parienta te tiene preparado, a eso de las tres y pico de la tarde el plato que más te gusta: lentejas.A mí siempre las lentejas me ha parecido un plato que, seguramente, debido a su oscuridad, al color negro y menudo que presenta ese plato hondo que siempre te ponen casi a rebosar y que tú piensas que te lo han llenado tanto porque nadie antes de que tú llegaras había tenido cojones de meterle el diente y por eso, para que te hartes y si no las tiro, pues te pone la parienta, como es mi caso, un plato hasta las orejas de esas sabrosísimas lentejas, todas negras ellas, con una cabeza de ajo inmensa, la más grande que quizás había en el cacharro donde se guardan las cabezas de ajo. Y esa cabeza de ajo flotando entre aquella marabunta de lunaritos negros que es lo que parece este manjar que a mi me chifla; que en vez de una cabeza de ajo parece el cadáver de Falete bocabajo flotando en una playa completamente negra, más parecida a esas playas que salen en la tele cuando se hunde un petrolero o algo…Te fijas en el plato buscando el consuelo de que haya caído algún trozo de ese chorizo que le da ese puntito picantito y que si tienes menda a encontrarlo es la única delicia que ese día te vas a llevar a la boca, seguro….Pero no; cuando ya estás con la cuchara espurgando el plato aquel que tienes delante tuya, con la carita medio descompuesta porque es lo que hay y la cosa no está para que te hagan un plato a la carta para ti y a parte, viene tu parienta por ejemplo y te dice: - el choriso se lo he echao a la niña, que había mu poco y a ella le gusta.Tú la miras a ella que está de pié al lado tuyo, mientras que ella casi ni te mira porque quizás a esas horas, las tres y pico de la tarde o más, ya a comenzado en la tele el Salvamé o la novela de turno o el Juan y Medio y ella no se lo pierde por nada del mundo.Y te sale una sonrisa compasiva y casi con las lágrimas en el borde de los párpados mientras que suelta tu boca un NO TE PREOCUPES, NO TENGO MUCHA HAMBRE HOY, y miras mientras de reojo el bollito que está al lado del plato y lo miras como diciendo “tú vas a ser mi salvación y mi consuelo hoy”.Tu subconsciente comienza entonces su particular monólogo para ti solo conjurando mil reflexiones a la situación: -claro, la niña se come el chorizo, como le hace mucha falta porque después de las malditas lentejas no se come ni dos petisues ni dos yogures, ni un cachito chocolate, ni un helado ni nada, pues ea, el chorizo para la niña y al padre que le den por c….
La primera cucharada te entra como si te dieran sentencia de muerte, con esa cuchara que se te hace enorme, gigante, interminable cada vez que la hundes en aquel plato lleno hasta la bola que tú dices, esto no se va acabar nunca Dios mío de mi vida…..Y te las comes.Vamos que si te las comes.Por la cuenta que te traes te las tragas como el que se come un paquete pipas o cualquier paquete de chucherías.Porque como no te las comas tienes ya la tarde media echa, con la parienta relatando por detrás tuya diciendo y murmurando que si esto que si lo otro…y encima tú con hambre y malhumorado también.Menos mal que está el bollito.Disimuladamente y a pellizcos te lo cargas antes incluso que las lentejas.Y amablemente ella te pregunta, como dejándote caer la cosa:-¿cómo están?Tú no contestas con palabras sino moviendo la cabeza afirmativamente.Cuando terminas, ella amable y cariñosa te comenta, al ver el plato casi vacío:-Po como han sobrao, te guardo unas poquitas pa mañana.

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