lunes, 7 de diciembre de 2009

JUICIOS PARALELOS

Hay ocasiones en los que es más conveniente el no decir nada con tal de no señalar a nadie y evitar así, ya no sólo la confusión del personal, de la gente, sino que también evitar así juicios paralelos, al margen de la legalidad que después tienen el inconveniente de, aparte de no ser verdad, el de dejar a los pies de los caballos a cualquier persona sin presumirle tan siquiera, el beneplácito de la duda.
Recientemente, en casi todos los medios de comunicación, se dio por echo que, una menor había sido más que menos asesinada a manos de la pareja de su madre.
Bien es cierto que el caso no iba a ser, desgraciadamente, ni el primero ni el último que se produce, pero lo que no es tolerable y como después se ha demostrado, este señor resulta que ni tocó lo más mínimo a la menor y que todo fue debido a un fatal accidente.
Casos tan desgraciados como este están siempre presentes, porque tendemos a dar por echo algunos acontecimientos de lo más espantosos que se nos puede venir a la cabeza sin tan siquiera esperar, como debiera ser normal, a que la justicia o alguien autorizado y con todas las pruebas en la mano, pueda dar fe de todo lo que ha ocurrido para, con esas pruebas, ser rotundo al afirmar noticias tan drásticas como estas.
Como padre, como después se ha sabido que este hombre tinerfeño no ha tenido nada que ver con la muerte de la hija de su compañera, ¿con qué cara sale uno ahora a la calle después de haber sido señalado por todos?, ¿cómo se cuantifica ese daño que se le hace a un inocente que encima tiene la tragedia ya de por vida de no tener a la hija de su pareja con ellos?,¿quién es el culpable de que estas noticias no se contrasten y se den por echas desde el más absoluto de los desconocimientos?.
Nuestra sociedad está abandonando el modelo de presunción de inocencia de una manera nada aconsejable y que todos merecemos, tal y como está contemplada en el código penal: todo el mundo es inocente hasta que no se demuestre lo contrario.
Porque sólo así podemos ser iguales todos ante la ley, sin nada que nuble el esclarecimiento de la verdad, sin juicios de valores paralelos que acarrean tan nefastas consecuencias a quienes, en esos momentos, ven vulnerados sus derechos más fundamentales.
Ya está bien de basar nuestras informaciones en ejemplos más típicos de programas del corazón, influencias que están tomando algunos medios de comunicación y nosotros mismos, la sociedad en general, para hacer polvo la vida de las personas, como es este caso el del hombre de Tenerife, que ya no sólo vivirá con esa tragedia para el resto de sus días sino que además, tendrá que tener siempre en la memoria los días en los que fue portada en todos o casi todos los medios de comunicación que, inconscientemente, no contrastaron la noticia, haciendo a este hombre doble victima.

jueves, 19 de noviembre de 2009

LA SED DEL CAMPO

Anda la tierra reclamando, por la vía rápida y con urgencias el agua que este otoño le niega, privándola de lo que es normal por estos tiempos y que los cielos eluden entregarle.
Los surcos secos y áridos del campo, dudosos de si acicalarse para la siembra para la próxima primavera andan coscorrúos y secos, agrietados hasta la profundidad de la materia que, a este paso, pondrá en peligro nuestro día a día a no mucho tardar.
El agua tarda y el campo, consentido en su presencia ya en estos tiempos, cansado a veces en este noviembre de su generosidad y abundancia, andan más que escamados por lo que se avecina, que como esto no se arregle, la sed de ahora se convertirá en hambre de mañana.
Hasta los árboles vienen cojeando de sus ramas, que están menos verdes y apuntan con sus dedos de madera al cielo, reclamándole, tal vez a Dios esa impuntualidad de este año, este vacío de riego al que los tiene perpetuados, sin una gotita que llevar a sus marchitas hojas que ven pasar las nubes como el niño que ve pasar la tarta por su lado sin que nadie se digne a ofrecerle bocado.
Hasta los animalillos del campo presiente su falta y no hay animal campero, como los conejos o las liebres que salten lustrosos delante nuestra cada vez, como antes y como siempre, vamos en busca de los pocos tajos de mano de obras y de sudores que acojan nuestro esfuerzo a cambio de jornales.
Hablan de crisis.
De crisis financiera, del ladrillo, de los que venden coches, de los que venden de todo pero nadie se acuerda de quienes la crisis más acuciante que les embarga ahora y puede que mañana, depende simple y llanamente del agua que niegan las nubes y que, por ahora y parece ser que va para largo, se encuentran en esas nubes que corren por el celeste sin detenerse un simple segundo sobre los ya rasposos y agónicos campos que pretenden tan sólo un sorbo de su jugo.
Nadie se acuerda de que aquí está la base, la raíz, la gran despensa de nuestras bocas, que el ladrillo ni los coches se comen, que como siga el campo pasando sed pasaremos nosotros hambre, que se depende más de los frutos y de los jornales de su recolecta que de esa gran mentira en parte que nos venden de casas que no se venden, de bancos que no prestan y de consumidores que no consumen.
Miremos al cielo.
Y en cada buruñate de nubes que nos otean desde lo alto y que tan despreocupadas pasan y ni se detienen para decirle nada al campo, indiferentes transeúntes que descastadas de la tierra, en este noviembre que ya casi se nos marcha niegan el agua a quien muerto de sed les reclama el olvido al que este mal año les tiene condenado.
Lo que no saben las nubes es que no sólo la boca del campo es la que anda pediéndole cuentas y explicaciones, sino que son también las manos que ahora no tienen nada y, de continuar la cosa como se presume, la próxima primavera se podrá ver un numerito.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

MI ABUELO


Sus manos eran el campo al igual que su cara, donde los surcos dejados por los años, tenían la huella inconfundible dejada por el sol, el viento y la lluvia.
Una línea que se veía a simple vista se le notaba un poco más arriba de las cejas, que señalaba el punto exacto donde antes había una gorra que le servía como único escudo que se permitía para afrontar aquellas jornada de jornales en tiempos duros de posguerra.
Cada arruga de su cara era una tarea del campo, bien la siega con la hoz o la guadaña, bien la planta en la Isla del Arroz en aquellos años donde el hambre era compañera inseparable de las chozas y pocas casas del pueblo, o bien de cada hoguera de cisco o de carbón en posturas en esa Doñana que tantas bocas aliviaba en aquel tiempo que se había clavado sobre su cara.
Su piel tenía el mismo color que el de las aceitunas que quedan olvidadas en los olivos y que el sol se va encargando, poco a poco, de hacer que el verde se convierta en un moreno que ni es verde ni que es negro sino una mezcla entre los dos.
Las manos, acostumbradas a la briega de mulas, bueyes, márcula, espuertas y zerones, deformadas por el trabajo duro del campo, curtidas a base de esfuerzo y de trabajo duro sin embargo no habían perdido la capacidad para las tareas más delicadas, que también formaron parte de su trabajo.
Recuerdo como, cuando su mano me cogía la mía siendo yo un renacuajo, llevaban toda la delicadeza del mundo en cada callo que notaba en el dorso de la mía…
Alto y flaco cual Don Quijote hasta con caballo destartalado y enjuto, lo recuerdo como si fuera hoy cruzar la casa con él para llevarlo a la cuadrilla trasera que estaba en el corral de la casa, mientras mi abuela, acostumbrada ya al desfile diario por medio de la casa del animal, iba detrás con la escoba de palma seca por si acaso.
Hace treinta y un años que no lo veo, tendría yo apenas siete años.
Pero hoy, no se porqué, he vuelto a verlo, como si fuese ayer, como si nunca se hubiese ido…

MEMORIA

El tren que aniquiló su memoria hacía tiempo que había parado en su estación y había echo estragos, dejándola limpia e impoluta, cerrando a cal y canto puertas y ventanas que daban al aire fresco del mundo que delante de ella corría imparable.
Se le olvidó la vida, la anterior, la pasada, la vivida, y ya sus ojos nunca más fueron los de antes sino que tenían un poso de amargura y de ausencia que hacía, a simple vista, poder contemplar a otra persona, a alguien que habitaba en ella pero que, en realidad, ni era ella ni se la asemejaba.
Su pelo era la cal de las paredes de las casas de antaño, y como si de las montañas nevadas de Sierra Nevada se tratara, llevaba recogido detrás el roete que le daban la solemnidad de la tercera edad, aquella que se supone, es signo de conocimiento y de veteranía.
No renunció pese a la ausencia de recuerdos al aroma de un jazmín prendido en una horquilla tras la oreja derecha, único recuerdo que permanecía intacto como perduran las catedrales en las ciudades a lo largo de los años, y que resplandecía tan inmaculado que hasta parecía formar una flor confundida entre los hilos de nieve de su cabello.
Su cuerpo menudo y delgado era como una fantasma que recorría siempre sin rumbo la casa, haciendo que, el rastrear de sus alpargatas rozándolas al andar por la casa, saber en todo momento dónde situarla.
Sus labios que antes habían sido portadores de amenas conversaciones y de mil anécdotas que los años habían escrito en su cuaderno de la vida se convirtieron de un día para otro en mudos testigos de todo un mundo interiorizado que no soltaba prenda de casi nada, como si todo cuanto a su alredor sucediera, estuviera pasándole a otra persona o como si no le incumbiera nada de lo que a su alrededor pasaba.
De vez en cuando, mientras que sentada en su mecedora vieja y desgastada se pasaba las horas y las horas tambaleándose en su balanceo continuo y cansino, marcando a golpe de tobillo dicho vaivén, canturreaba una casi inaudible canción parecida a una nada, que la hacía parecer como si entrara en trance.
Algunas veces, sin que nadie se diera cuenta en la casa, se marchaba a su cuarto y sobre la impoluta colcha que cubría su cama se sentaba, justo en el piquito que hace montaña en la almohada y se embelesaba en la fotografía que adornaba su mesilla de noche, en aquella en la que aparecía ella muchos años atrás, cuando su boda, junto al hombre que durante más de cuarenta años fue su marido.
La podías ver allí sentada moviendo los labios como hablándole a aquel retrato en blanco y negro, contándole todas sus inquietudes, sus miedos, sus alegrías, preocupaciones…, los mismos que a nosotros hacía tiempo nos negaba.
Así siguió bastantes años, regalándonos con su muda presencia un recuerdo que aún hoy en mi perdura, a pesar del tiempo transcurrido desde su marcha…
Desde entonces comprendí que la memoria es efímera, que se muere dos veces cuando se olvida, y por ello y aunque nos duela, de vez en cuando, es más que aconsejable rebobinar nuestro reloj del tiempo, para cuando el tren de la memoria se pare en nuestra estación no se venga causando estragos y borrándolo todo sin contemplaciones, llevándose al recobrar su marcha, ese tiempo pasado y que sin duda, fue tan hermoso…

jueves, 29 de octubre de 2009

UN NUEVO DÍA

Las horas pasaban como siempre, muertas y vacías por nuestro lado; sigilosas cogían la esquina que da a la otra calle y enfilan rápidamente y sin que podamos seguirlas, la larga y ancha calle por la que transitan todos los recuerdos, rumbo al olvido.
El silencio era interrumpido, de vez en cuando, por el sonido de los coches que no paraban de transitar por mi calle, dejándome prácticamente sordo e indefenso ante su voracidad, que tapaba de cuajo y sin contemplaciones el sonido de mi músculo cardiaco, acelerado en los últimos tiempos y al que me había acostumbrado a escuchar, quizás demasiado.
Una brisa me devolvió el aroma que creía perdido y que eras tú.
Se levantaron temprano las nubes grises que salpicaban el también algo gris del cielo; los pájaros buscaban refugio por si acaso bajo las hojas siempre verdes de las ramas deformes de un naranjo que, en la acera, contemplaba desde siempre cómo las calles iban recobrando la normalidad de cualquier mañana.
Por entre las costuras que dibujaban las losetas de las aceras tronaban algunas ruedas de carritos infantiles que eran arrastrados por aún dormidos niños que se dirigían con menos ganas y más que pausados pasos hacia el colegio.
Un gato se presenta de golpe y se planta casi en el umbral de la puerta, asomando sus bigotes finos y grises y mira dentro, descubriendo al instante que lo que busca, no está.
Se marcha.
El sol dice también aquí estoy yo y se presenta como sólo él sabe hacerlo: reluciente e invadiéndolo todo, llenando de amarillo las paredes de azulejos blancos donde se refleja.
No queda rastro ya de los buruñates que antes eran las nubes grises que amenazaban este tan buen día que hoy estrenamos.
Comienza así, para mí y para todos, un nuevo día.
Y de ti, como siempre, no queda ya rastro ni huella, sólo, como siempre, un leve recuerdo que, seguramente, vendrá de nuevo mañana antes de que la noche se valla.

jueves, 15 de octubre de 2009

LENTEJAS

Hay veces en las que uno no tiene más remedio que enfrentarse al almuerzo del medio día con la alegría y la algarabía de quien va al matadero, como el que va al dentista dispuesto a que le practique un agujero inmenso en su delicada encía, le taladre hasta el hueso, le meta un tornillo sin tuerca por ejemplo, y le meta de golpe y porrazo una bella pieza de porcelana por ejemplo, que después no puedes ni hablar porque tu lengua, acostumbrada al hueco de la muela o el diente picado, siempre escoge el camino más corto para hacer su trabajo.Como digo, hay ocasiones en las que, después de un duro día de trabajo o de estudios o de lo que sea, llega uno a casa y se encuentra con que tu madre o la parienta te tiene preparado, a eso de las tres y pico de la tarde el plato que más te gusta: lentejas.A mí siempre las lentejas me ha parecido un plato que, seguramente, debido a su oscuridad, al color negro y menudo que presenta ese plato hondo que siempre te ponen casi a rebosar y que tú piensas que te lo han llenado tanto porque nadie antes de que tú llegaras había tenido cojones de meterle el diente y por eso, para que te hartes y si no las tiro, pues te pone la parienta, como es mi caso, un plato hasta las orejas de esas sabrosísimas lentejas, todas negras ellas, con una cabeza de ajo inmensa, la más grande que quizás había en el cacharro donde se guardan las cabezas de ajo. Y esa cabeza de ajo flotando entre aquella marabunta de lunaritos negros que es lo que parece este manjar que a mi me chifla; que en vez de una cabeza de ajo parece el cadáver de Falete bocabajo flotando en una playa completamente negra, más parecida a esas playas que salen en la tele cuando se hunde un petrolero o algo…Te fijas en el plato buscando el consuelo de que haya caído algún trozo de ese chorizo que le da ese puntito picantito y que si tienes menda a encontrarlo es la única delicia que ese día te vas a llevar a la boca, seguro….Pero no; cuando ya estás con la cuchara espurgando el plato aquel que tienes delante tuya, con la carita medio descompuesta porque es lo que hay y la cosa no está para que te hagan un plato a la carta para ti y a parte, viene tu parienta por ejemplo y te dice: - el choriso se lo he echao a la niña, que había mu poco y a ella le gusta.Tú la miras a ella que está de pié al lado tuyo, mientras que ella casi ni te mira porque quizás a esas horas, las tres y pico de la tarde o más, ya a comenzado en la tele el Salvamé o la novela de turno o el Juan y Medio y ella no se lo pierde por nada del mundo.Y te sale una sonrisa compasiva y casi con las lágrimas en el borde de los párpados mientras que suelta tu boca un NO TE PREOCUPES, NO TENGO MUCHA HAMBRE HOY, y miras mientras de reojo el bollito que está al lado del plato y lo miras como diciendo “tú vas a ser mi salvación y mi consuelo hoy”.Tu subconsciente comienza entonces su particular monólogo para ti solo conjurando mil reflexiones a la situación: -claro, la niña se come el chorizo, como le hace mucha falta porque después de las malditas lentejas no se come ni dos petisues ni dos yogures, ni un cachito chocolate, ni un helado ni nada, pues ea, el chorizo para la niña y al padre que le den por c….
La primera cucharada te entra como si te dieran sentencia de muerte, con esa cuchara que se te hace enorme, gigante, interminable cada vez que la hundes en aquel plato lleno hasta la bola que tú dices, esto no se va acabar nunca Dios mío de mi vida…..Y te las comes.Vamos que si te las comes.Por la cuenta que te traes te las tragas como el que se come un paquete pipas o cualquier paquete de chucherías.Porque como no te las comas tienes ya la tarde media echa, con la parienta relatando por detrás tuya diciendo y murmurando que si esto que si lo otro…y encima tú con hambre y malhumorado también.Menos mal que está el bollito.Disimuladamente y a pellizcos te lo cargas antes incluso que las lentejas.Y amablemente ella te pregunta, como dejándote caer la cosa:-¿cómo están?Tú no contestas con palabras sino moviendo la cabeza afirmativamente.Cuando terminas, ella amable y cariñosa te comenta, al ver el plato casi vacío:-Po como han sobrao, te guardo unas poquitas pa mañana.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Y DE PRONTO EL DÍA.

Y de pronto el día que antes era negro se volvió de gris,
la mañana nublada fue tiñéndose de una claridad mínima,
el camino sinuoso se convirtió poco a poco en extenso
y se pudo presentir el verde de la hierva en su rivera.

Los pájaros ya sí que se escuchaban,
y la misma mañana presumía de alegría
porque detrás de la inmensa montaña
resultó haber una amplia e ilimitada llanura.

Y el agua antes enredada en si misma,
que bajaba desde siempre por el cauce de rocas y de cieno,
se fue aclarando y haciéndose cristalina,
convirtiendo lo enrevesado de lecho en arroyuelo.

No vislumbré ya más la luna a media mañana,
como tampoco se acostumbraron mis retinas
que antes de noche pasaba veinticuatro horas
y que ahora saboreaba el sol a eso de las doce.

Conté los dedos que una mano y más de cinco tenía
porque aprendí a reconocer viendo más allá de mi retina,
porqué conformarse con cinco,
siendo hasta diez los que, con ambas manos tenía……

Hasta las flores salieron a decirme hola,
todo el mundo se acercó a conocerme,
hasta la atenta y simpática de aquella señora
que jamás saludé, me saluda ahora.

Vinieron hasta pájaros a mi ventana,
como queriendo pedir compañía en su melodía,
persiguiendo en el pletín de mi ventana
a un par de hormigas que hace tiempo que había.

No pude conciliar el sueño,
el tiempo que no tenía lo impedía,
quedo detenido entonces
para que así darme la tregua que me lo impedía.

Trajo la mañana el aroma,
del otoño a mi puerta el aire barría,
en este tiempo que se ha vuelto silencioso
un día nuevo ya para mí renacía.

Y quedaron presuntas las horas,
me tragué el no me da tiempo por el sí podía,
saque entonces un reloj nuevo
que cogí porque aquel no me convenía.

Miré a una mosca que ante mí sus alas batía,
la dí permiso para que se posara si quería,
me dio las gracias por tan enorme cortesía
cosa que me extrañó ya que nunca antes la concedía.

Miré las rejas que antes protegían mi ventana
y vi atónito que ya no las tenía,
ahora todo era más amplio y sin sus rayas,
aquellas que hasta hace nada del exterior me protegían.

Conté hasta los pasos que daba,
ciento cinco, ciento seis y ciento siete:
era la distancia que me separaba
que del sitio en el que estaba hasta el que dirigía.

No son tantos pensé entonces contrariado,
pregúnteme entonces porque nunca los recorría,
cual era hasta entonces aquella distancia
que ni andar tan poco me permitía.

Me senté a recapacitar muy contrariado,
a preguntarme el porqué de lo que ocurría,
el porqué en tan sólo un simple instante,
todo cuanto tenía ya no lo tenía .




Hasta la flor que antes no me lo decía,
me volvió a decir el aroma que siempre tenía,
contándome el porque de sus colores
y la gran variedad que de tonos disponía.

Me miré entonces de arriba abajo,
de pie hasta donde mis ojos podían
y fue distinto a cuando salí de mi casa:
no era yo lo que mis ojos veían.

El día se volvió de nuevo para mí un poco oscuro,
dejo de brillar con la misma intensidad con la que lo hacía,
desconcertándome ante aquel inexplicable gran cambio
que sin poder razonarlo ahora sufría.

Salí de nuevo a respirar el aire,
al puro otoño que tras las puertas había,
a ver las doradas hojas que el viento arrastraba
y que hasta mi puerta inertes me traía.

Saqué del bolsillo un pañuelo,
en el pañuelo puse una lágrima que prisa tenía
recorriendo apresuradas las mejillas
y eran lágrimas, las mismas que hace tiempo no sentía.

Un lento suspiro escapó con alivio de mi alma,
y eso que siempre pensé que no la tenía,
me apareció la memoria diciendo cosas raras,
contándome de nuevo historias que ya sabía.

Hoy el día me ha desengañado,
ha destrozado totalmente mi planificado día a día,
ha cogido el atajo que simple y llanamente
me negué siempre a creer que lo había.

martes, 6 de octubre de 2009

ROCAS EN EL ACANTILADO

Fueron las rocas testigo de aquel encuentro,
cómplices de un amor que fue imposible,
calladas alarmas que con su negro filo,
dieron sentencia de muerte.

Fue la playa amante del infortunio,
muda sombra que no dijo nada,
bella estampa que parecía el paraíso,
estela dorada convertida en madrugada.

Y fue la noche cómplice de todo aquello,
la mar pulsó el gatillo ante todos,
sabiéndose absuelta de todo cargo,
impune ante todos sus correligionarios.

No tuvo piedad ni aceptó excusa,
el acantilado observó todo el echo,
fue juez que certificó la venganza
de quienes osaron atravesar El Estrecho.

Las olas estaban enfurecidas,
la corriente los arrastraba,
al futuro aquél que no conocerían
convirtienda en tragedia la esperanza.

Mientras los veraneantes dormían,
y las barbacoas aún humeaban,
cuando aún el eco de su voces quedaban
en el aire frío que trajo la noche.

Nadie quiso ni pudo escuchar nada,
la luna puso silenciador de plata,
las rocas el beso de la muerte
que en eso estaba bien experimentada.

Y la madera ardió sin previo aviso,
sin tan siquiera que hubiera llama,
las besó el negro de aquellas piedras
convertido en puñal y espada.

La noche fue testigo del parricidio,
cómplice la playa, el mar, las algas,
las luces que a lo lejos adivinaban
que aquel mar no se andaban por las ramas.

Y los cuerpos se convirtieron en conchas,
en mártires de leyes que los matan,
hambre para hoy, hambre para mañana,
que no soluciona el pan que les falta.

El mar fue testigo de aquello,
sin que nadie le recriminara,
mudos todos al ver aquellos cuerpos
que fueron las rocas quien los matara.

Y nada supimos más de ellos,
tan sólo ahora a esperar otra matanza,
que pronto el mar señalará en la playa
mientras todos estamos en otras aguas.

Cuando caiga la noche nuevamente,
siempre alertas estarán las aguas,
afiladas bien esperarán las rocas,
a encontrar de nuevo carnaza.

Mientras, en la otra orilla,
pisan las rocas otra esperanza,
la verde aún, la que suspira
en cruzar el mar que los separa.

Esperan turno en una noche,
cuando esta esté tranquila y relajada,
la madera del cayuco bien revisada
es un vagón que espera a que el tren salga.

En aquella orilla sueñan mientras esperan,
el regalo que en el mar los aguarda,
marineros que en tierra anhelan
ser gaviota para poder volar las aguas.

Gaviotas negras que probarán fortuna,
que serán lanza que en el mar se clava,
intentando alcanzar un cachito de pan
que saben que al otro lado del mar les aguarda.

lunes, 5 de octubre de 2009

PLATA

Fíjate en lo fácil que resulta todo,
como brillan las luces que quedan encendidas
al otro lado de la ventana,
en la oscuridad pronunciada de la noche
que parecen gotitas de plata.

Aquella de la última planta,
esa que es reluciente y parece tan lejana,
la que es una estrella diminuta allá al fondo:
esa es la que más tiempo queda encendida.

Seguramente apaciblemente alguien tenga miedo,
por ello siempre la tiene atenta y vigilando,
impidiendo que la noche entre en la sala
porque la plata de la luz se lo impide.

Tal vez alguien aficionado a la lectura,
alguien al que el insomnio domina,
quien en las hojas de historias de un libro
encuentra la compañía que físicamente no tiene.

Anónimas gotitas de plata asoman tras la ventana,
como si cada una de ellas tuviese vida propia,
cada una con su historia independiente
y que sin que se den cuenta, tan parecidas.

La luz de las estrellas en todo lo alto,
confundidas y camufladas por las de las farolas,
disfrazadas a veces de colorines
se sienten ninguneadas por las impostoras.

Y la mano que corre la cortina,
haciendo a la plata un poco menos plata,
apagando su luminosidad hasta que alguien de nuevo,
cuando pida a gritos el aire de fuera,
deje al descubierto nuevamente más plata.

Otra de enfrente nuestra es más alegre,
a pesar de que es igual que la de al lado
pero sin embargo el trasiego de niños que presenta
curiosos mirando la calle todavía prohibida.

Y siempre hubo plata y plata,
no siempre su brillo significa semejanza,
hasta en esto de los metales naturales
los hay y los hubo quienes son más cotizados.

Aquella plata por ejemplo,
la que se intuye tras la arboleda de naranjos tras la carretera,
aquella que prácticamente no se deja ver
pero que por su ubicación presume de más rango.

Esa a la que me refiero,
la de la intimidad de las ramas verdes,
la que prefirió la soledad y el anonimato,
presume de plata pero es la que menos tiene.

Y mientras vivimos de cara a todos,
cuando vemos la plata reflejadas en los cristales,
inundada la noche de soledades
como aquella plata oculta tras los naranjos de la carretera.

Mira aquella, es nueva,
anoche mismo no estaba,
acabo de ver como se enciende,
quizás para reivindicar más compañía.

Hoy tal vez cuando venga la noche,
cuando descorramos las cortinas para que venga el aire,
en este verano que ahora aprieta,
sepamos distinguir de entre plata y plata.

Y son gotitas de plata,
que diariamente nos acompañan,
hablan directamente desde la lejanía,
anunciando a todos de quién se trata.

Anónimas luces que en la noche cabalgan,
en el horrible asalto anterior a la madrugada,
descargando soledades a la espera de que pase el tiempo
dando al tiempo un cierto halo de alhaja.

Se encenderán como cada día cuando la tarde se valla,
antes incluso de que el sol diga hasta mañana,
intentando evitar la noche y que esta resulte tan larga,
para ser así gotita encendida de plata.

domingo, 4 de octubre de 2009

DOMINGO PARA PENSAR.

Diariamente acudo a mi trabajo, que como soy autónomo de la hostelería, pues aquí no hay domingo ni festivos, aunque yo me lo tomo a mi manera y, cuando me parece, cierro, abro, vengo más tarde, etc...pues casi siempre y desde que la crisis se instaló entre nosotros, el domingo ha quedado para mí como día para pensar.....
Me levanto sobre las nueve y media, me visto y ya salgo de casa sabiendo de antemano que mi jornada laboral se va a limitar a repartir la prensa por encargo ( responsabilidad de servicio público que adquirí hace ya más de un año porque en mi pueblo no hay punto de venta de prensa) y luego...a pensar.
Me llevo toda la mañana pensando, investigando por internet todo lo habido y por haber, sin saber la mitad de las veces qué páginas mirar, que lectura leer, que amigo encontrar para chatear.... una auténtica mierda de día con perdón.
Participo en programas de radio, miro facebook mil veces y no encuentro nada más que gente aburrida como yo...
Abro y cierro Tuenti mil veces pero todos mis amigos agregados, más jóvenes y libres que yo, que seguramente se han acostado poco antes de yo levantarme y que a estas horas estarán durmiendo larga y plácidamente, como debe ser, la mañana convertida ya en medio día.
La radio me acompaña, de vez en cuando entra alguien, se toma algo y se va lo mismo que vino: sin encontrar ni compañía ni charla....
Menos mal que este tiempo libre da para pensar en esto y en mil cosas.
La memoria, que es cajón inagotable de vivencias, pensamientos, recuerdos, tiempos pasado, va desojando las páginas que menos te espera y se presenta a modo de titular en tu cabeza.
Un lío esto de no tener nada que hacer y mucho que pensar.
Seguramente habrá mil personas como yo por internet en estos momentos, y seguro más todavía las que le dan vueltas a su cabeza sin tener tan siquiera la oportunidad de internet para su uso y distracción.
Yo sigo con lo mio: voy de nuevo a Tuenti haber si alguien se ha levantado.

viernes, 2 de octubre de 2009

OCTUBRE


Pronto volverán a mi puerta, arrastradas por el viento de este otoño que ya ha comenzado, las hojas antes verdes y frescas que el verano ha destrozado hasta convertirlas en efímeras hojas amarillentas, resecas por dentro, a punto de desgranarse nada más tocarlas.
Ahora que las tardes se esfuman enseguida y la luz del sol se va marchando hasta la próxima primavera, haciendo que el hogar sea para todos más cercano y acojedor, dejando las calles vacías y desiertas desde primeras horas de la tarde.
Es Octubre.
En estos días que preceden al señalado, al que me abre la espantosa caja negra de los vuelos de la memoria, donde siempre es otoño los 365 días del año, donde jamás cicatrizará la herida que con tu vacio me dejaste, donde siempre tengo presente los últimos días junto a nosotros...siempre que sueño octubre, incluso aunque sea tan solamente de paso, siempre siempre, eres tú quien ocupa el nombre en el calendario.
Y como no creo ni quiero el olvido aunque haga daño, porque al fin y al cabo la memoria es lo único que nos queda aunque no nos pertenezca, aún así prefiero hasta pregonarlo, porque Octubre eres tú aunque me duela, aunque tu ausencia se me haga echo eterna en estos últimos cuatro años, pero el poso de la memoria y aunque duela, cada Otoño vuelve a regalarme aróma fresco de una Rosa para mí nunca marchita.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Hoy comienzo a darme a conocer

Hoy es un día especial para mí porque es el día en el que cumplo 38 años. Y qué mejor manera para celebrarlo que creando un blog y poder ir escribiendo y anotando todas las cosas que se me van ocurriendo o que, simplemente, se me vallan pasando por la cabeza, que no son pocas. He querido hacer referencia, cuando escribo estas mis primeras líneas, a mi pueblo, Villamanrique de la Condesa, en la provincia de Sevilla y al que le debo, por muchos motivos que ahora resultaría complicado el relatar aquí, todo cuanto soy y tengo.
Soy muy aficionado a escribir, tanto en prensa como para mí mismo, habiendo tenido la oportunidad este año 2009 de exponer públicamente algunas de mis creaciones a petición de mis paisanos, que en su día me dieron la oportunidad de poder darles a conocer mis ideas y emociones en dos días que han resultado inolvidables para mí: el Pregón de Semana Santa 2009 y el Pregón de San Roque, patró de mi pueblo Villamanrique, el pasado mes de agosto.
Bueno. Estas son mis primeras palabras, mis primeras líneas en esta andadura desconocida para mí pero muy emocionante. Espero, por mí mismo, poder realizar poco a poco esto que ahora me propongo para satisfacción personal.