A continuación os dejo artículo publicado el pasado día 6 de mayo en EL MEGÁFONO, diario libre creado por estudiantes de la Universidad de Sevilla y en el cual tengo la suerte de participar desde hace unos meses.
Creo que Esperanza se ha equivocado.
Se ha debido confundir al usar la terminología y claro, en un momento, ha
incendiado el patio, con lo poco dada a ello que es y lo poco acostumbrada que
está.
Un lapsus, un contratiempo, un desliz
como dirán sus correligionarios allá por los madriles, donde ella hace tiempo
que es dueña y señora.
Porque si no, no se explica.
No se explica digo el que haya dicho que
hay que limpiar Madrid, la capital del reino, faltaría más, de indigentes que afean las calles de tan
noble villa ante los ojos del turista que los visita.
Ha confundido el término: donde dijo
indigentes creo que quería decir indecentes.
Como cuando donde dije digo deje Diego;
pues igual.
Le he salido así, a borbotones, su
abolengo que para eso ella es Grande de España, Condesa de No Sé Qué ni Cuánto y, claro, la Edad Media es lo que
tiene, que quien no pertenece a la aristocracia tiene que vérselas con el señor
feudal y su ordeno y mando y Dios nos coja confesados para que no descargue
contra nosotros toda su ira porque puede que de su reacción se nos caiga el
pelo.
No concibe la señora condesa el ver así
a su Madrid del alma, de sus amores y sus desvelos, llenito y pleno de
pordioseros, vagabundos, seguramente maleantes; para ella, escoria de la sociedad y que las políticas actuales
han acabado generando y , a la vista de
los que nos visitan, serán sin lugar a duda, motivo de recelo que restará
glamour al Madrid por el que la aristócrata se desvive.
Una lástima.
Porque, acostumbrado como está, ya no
sólo el turista extranjero, sino que también el nacional y ya ni turista ni
nada, y que hace que a más de uno se le quiten las ganas de visitar la capital
del Jarama al ver tanto ladrón de guante blanco que campa a sus anchas por la
capital del reino de Aguirre, a tanto chorizo sin cuerda que lo amarre de
torres o campanarios de donde no tengan posibilidad de escapatoria; a tanto
tramposo usurero malnacido que juega y roba el dinero de preferentistas; que
quita derechos a personas dependientes; que pone en jaque mate el estado del bienestar
de todo un país o que, entre otras muchas más cosas, corta y borra derechos de
libertad conseguidos tras más de cuarenta años de sometimiento y bajo el yugo
de una dictadura, no se podrán explicar como dije, quienes vengan de turismo o
de visita, que la gente pase hambre, que pase necesidades, que haya gente sin
hogar porque el sistema ha fracasado o porque los bancos rescatados con el dinero
de todos los haya puesto en la calle a quienes ahora Aguirre trata de hacer
desaparecer.
Mejor esconderlos, que no se vean, que
no estorben, que se silencie su sufrimiento para mejor delicia de nuestros
ojos.
Y mientras, ella, la Doña, Condesa que
se postula como remedio de todo esto que quiere volver o hacer invisible, podrá
conseguir de nuevo ese feudo que tanto anhela y sueña.
Indecentes.
Lo dije al comenzar este artículo y lo
repito ahora: a Madrid y a muchas otras
ciudades de España lo que le sobran son indecentes.
Esperanza se ha equivocado, ha confundido el término.
Pero para eso están los decentes, para
recordárselo, para hacerle caer en el error del uso del término, ese al que
poco acostumbrada está la Condesa que sigue viviendo fiel y rechoncha tras la
muralla de ese castillo desde el que quiere seguir controlando al pueblo, a su
feudo.