Si
hay algo que se venda caro y créanme que está científicamente comprobado, es el
humo de los políticos.
Sí, ese humo que nos hacen tragar así, sin
compasión y sin conocimiento, aun sabiendo de lo infumable que ya no sólo
resulta sino que, además con el añadido de que todo humo, si no a la corta sí a
la larga, resultará contraproducente para nuestra salud.
No
importa, les da igual.
Ellos,
con tal de que la mercancía con la que trafican que no es otra que la de la palabra,
desvirtúan todo el sentir etimológico de esta hasta convertirla en merchandising
decorado y elaborado de tal manera que, a nuestros oídos, sea música celestial
que nos conduzca al mismísimo olimpo.
Saben
más que los ratones coloraos como decimos en mi pueblo.
Jamás
dirán lo que en realidad piensan por mucho empeño que le pongan.
No
pueden; estarían perdidos.
Son
maestros de enmascarar a la palabra y no pueden permitirse el lujo de, a la
primera de abrir la boca, decir sólo y
exclusivamente la verdad porque sería entonces cuando su tejemaneje quedaría al raso,
al descubierto.
Disfrazan
promesas con verdad, con humo que se colará a través de nuestro sentido
auditivo y nosotros, ciudadanos y ciudadanas como ahora gustan llamarnos,
seremos presa fácil de ese humo que nos venden convertido en el más caro de los
perfumes.
Saben
tela.
Más
en estos tiempos que corren, en los que de nuevo y por culpa de ellos, estamos
como estamos, cuando la miseria ha vuelto a hacerse visible en un país en el
que creíamos que estábamos en las
alturas, que éramos los elegidos.
Mentira.
Todo
era mentira y ellos han sido los culpables.
Ellos,
que a base de hacer candelas y de fabricar humo, han sacado a relucir la única
verdad que se puede sacar de todo esto: que somos auténticas marionetas en sus
manos.
Si
no, no se explica que aún quede político vivo.
Cuando
el hambre se hace insoportable, en cualquier tribu que se precie de serlo, por
muy primitiva que parezca, siempre aparece el canibalismo.
Y
aquí, que yo sepa, aún no nos hemos comido a estos políticos que han sido
capaces de destruirlo casi todo ante la atenta o tonta mirada de unos
ciudadanos que han perdido totalmente toda capacidad de reacción ante tal
atentado contra su dignidad más íntima.
No
se escapan ningunos.
Todos
han sido, sino culpables en primer grado, sí cómplices, compinches de que esta
sociedad haya descendido al sótano donde pisotean la dignidad más íntima y
elemental del ciudadano.
Nos
han mentido, nos han robado, nos han apaleado, nos han quitado derechos,
recortado libertades… Y nos da igual señores, porque no nos hemos comido a
ninguno de estos vendedores de humo sin escrúpulo.
Nos
han perdido el respeto y encima, nosotros mismos nos convertimos culpables.
Porque
nos han hecho adictos al humo, al que nos vendieron y seguirán vendiendo sin
miramientos ni contemplaciones, tratándonos cual borregos que poco a poco van
conducidos por ellos hacia el matadero.
Y
acabarán comiéndonos, en vez de ser nosotros los que nos comamos a estos viles
y desalmados canallas cobardes que han conseguido sobornarnos intoxicándonos
con su criminal y destructivo humo con el que han disfrazado la palabra.
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