Carne de yugo, ha nacido  más humillado que bello,  con el cuello perseguido  por el yugo para el cuello. 
Nace, como la herramienta,  a los golpes destinado,  de una tierra descontenta  y un insastisfecho arado. 
Entre estiércol puro y vivo  de vacas, trae a la vida  un alma color de olivo  vieja ya y encallecida. 
Empieza a sentir, y siente  la vida como una guerra,  y a dar fatigosamente  en los huesos de la tierra. 
Contar sus años no sabe,  y ya sabe que el sudor  es una corona grave  de sal para el labrador. 
Trabaja, y mientras trabaja  masculinamente serio,  se unge de lluvia y se alhaja  de carne de cementerio. 
A fuerza de golpes, fuerte,  y a fuerza de sol, bruñido,  con una ambición de muerte  despedaza un pan reñido. 
Cada nuevo día es  más raíz, menos criatura,  que escucha bajo sus pies  la voz de la sepultura. 
Y como raíz se hunde  en la tierra lentamente,  para que la tierra inunde  de paz y panes su frente. 
Me duele este niño hambriento  como una grandiosa espina,  y su vivir ceniciento  revuelve mi alma de encina. 
Le veo arar los rastrojos,  y devorar un mendrugo,  y declarar con los ojos  que por qué es carne de yugo. 
Me da su arado en el pecho,  y su vida en la garganta,  y sufro viendo el barbecho  tan grande bajo su planta. 
¿quién salvará a este chiquillo  menor que un grano de avena?  ¿De dónde saldrá el martillo  verdugo de esta cadena?  Que salga del corazón  de los hombres jornaleros,  que antes de ser hombres son  y han sido niños yunteros. 
(viento del pueblo)
Este año 2010 de celebra el centenario del nacimiento del poeta y escritor Miguel Hernández en Orihuela y por eso he querido dejar aquí una de sus poesías que, por lo menos a mí, es de las que más me llama la atención entre otras, por su forma de llamar a las cosas por su nombre.
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