jueves, 29 de octubre de 2009

UN NUEVO DÍA

Las horas pasaban como siempre, muertas y vacías por nuestro lado; sigilosas cogían la esquina que da a la otra calle y enfilan rápidamente y sin que podamos seguirlas, la larga y ancha calle por la que transitan todos los recuerdos, rumbo al olvido.
El silencio era interrumpido, de vez en cuando, por el sonido de los coches que no paraban de transitar por mi calle, dejándome prácticamente sordo e indefenso ante su voracidad, que tapaba de cuajo y sin contemplaciones el sonido de mi músculo cardiaco, acelerado en los últimos tiempos y al que me había acostumbrado a escuchar, quizás demasiado.
Una brisa me devolvió el aroma que creía perdido y que eras tú.
Se levantaron temprano las nubes grises que salpicaban el también algo gris del cielo; los pájaros buscaban refugio por si acaso bajo las hojas siempre verdes de las ramas deformes de un naranjo que, en la acera, contemplaba desde siempre cómo las calles iban recobrando la normalidad de cualquier mañana.
Por entre las costuras que dibujaban las losetas de las aceras tronaban algunas ruedas de carritos infantiles que eran arrastrados por aún dormidos niños que se dirigían con menos ganas y más que pausados pasos hacia el colegio.
Un gato se presenta de golpe y se planta casi en el umbral de la puerta, asomando sus bigotes finos y grises y mira dentro, descubriendo al instante que lo que busca, no está.
Se marcha.
El sol dice también aquí estoy yo y se presenta como sólo él sabe hacerlo: reluciente e invadiéndolo todo, llenando de amarillo las paredes de azulejos blancos donde se refleja.
No queda rastro ya de los buruñates que antes eran las nubes grises que amenazaban este tan buen día que hoy estrenamos.
Comienza así, para mí y para todos, un nuevo día.
Y de ti, como siempre, no queda ya rastro ni huella, sólo, como siempre, un leve recuerdo que, seguramente, vendrá de nuevo mañana antes de que la noche se valla.

jueves, 15 de octubre de 2009

LENTEJAS

Hay veces en las que uno no tiene más remedio que enfrentarse al almuerzo del medio día con la alegría y la algarabía de quien va al matadero, como el que va al dentista dispuesto a que le practique un agujero inmenso en su delicada encía, le taladre hasta el hueso, le meta un tornillo sin tuerca por ejemplo, y le meta de golpe y porrazo una bella pieza de porcelana por ejemplo, que después no puedes ni hablar porque tu lengua, acostumbrada al hueco de la muela o el diente picado, siempre escoge el camino más corto para hacer su trabajo.Como digo, hay ocasiones en las que, después de un duro día de trabajo o de estudios o de lo que sea, llega uno a casa y se encuentra con que tu madre o la parienta te tiene preparado, a eso de las tres y pico de la tarde el plato que más te gusta: lentejas.A mí siempre las lentejas me ha parecido un plato que, seguramente, debido a su oscuridad, al color negro y menudo que presenta ese plato hondo que siempre te ponen casi a rebosar y que tú piensas que te lo han llenado tanto porque nadie antes de que tú llegaras había tenido cojones de meterle el diente y por eso, para que te hartes y si no las tiro, pues te pone la parienta, como es mi caso, un plato hasta las orejas de esas sabrosísimas lentejas, todas negras ellas, con una cabeza de ajo inmensa, la más grande que quizás había en el cacharro donde se guardan las cabezas de ajo. Y esa cabeza de ajo flotando entre aquella marabunta de lunaritos negros que es lo que parece este manjar que a mi me chifla; que en vez de una cabeza de ajo parece el cadáver de Falete bocabajo flotando en una playa completamente negra, más parecida a esas playas que salen en la tele cuando se hunde un petrolero o algo…Te fijas en el plato buscando el consuelo de que haya caído algún trozo de ese chorizo que le da ese puntito picantito y que si tienes menda a encontrarlo es la única delicia que ese día te vas a llevar a la boca, seguro….Pero no; cuando ya estás con la cuchara espurgando el plato aquel que tienes delante tuya, con la carita medio descompuesta porque es lo que hay y la cosa no está para que te hagan un plato a la carta para ti y a parte, viene tu parienta por ejemplo y te dice: - el choriso se lo he echao a la niña, que había mu poco y a ella le gusta.Tú la miras a ella que está de pié al lado tuyo, mientras que ella casi ni te mira porque quizás a esas horas, las tres y pico de la tarde o más, ya a comenzado en la tele el Salvamé o la novela de turno o el Juan y Medio y ella no se lo pierde por nada del mundo.Y te sale una sonrisa compasiva y casi con las lágrimas en el borde de los párpados mientras que suelta tu boca un NO TE PREOCUPES, NO TENGO MUCHA HAMBRE HOY, y miras mientras de reojo el bollito que está al lado del plato y lo miras como diciendo “tú vas a ser mi salvación y mi consuelo hoy”.Tu subconsciente comienza entonces su particular monólogo para ti solo conjurando mil reflexiones a la situación: -claro, la niña se come el chorizo, como le hace mucha falta porque después de las malditas lentejas no se come ni dos petisues ni dos yogures, ni un cachito chocolate, ni un helado ni nada, pues ea, el chorizo para la niña y al padre que le den por c….
La primera cucharada te entra como si te dieran sentencia de muerte, con esa cuchara que se te hace enorme, gigante, interminable cada vez que la hundes en aquel plato lleno hasta la bola que tú dices, esto no se va acabar nunca Dios mío de mi vida…..Y te las comes.Vamos que si te las comes.Por la cuenta que te traes te las tragas como el que se come un paquete pipas o cualquier paquete de chucherías.Porque como no te las comas tienes ya la tarde media echa, con la parienta relatando por detrás tuya diciendo y murmurando que si esto que si lo otro…y encima tú con hambre y malhumorado también.Menos mal que está el bollito.Disimuladamente y a pellizcos te lo cargas antes incluso que las lentejas.Y amablemente ella te pregunta, como dejándote caer la cosa:-¿cómo están?Tú no contestas con palabras sino moviendo la cabeza afirmativamente.Cuando terminas, ella amable y cariñosa te comenta, al ver el plato casi vacío:-Po como han sobrao, te guardo unas poquitas pa mañana.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Y DE PRONTO EL DÍA.

Y de pronto el día que antes era negro se volvió de gris,
la mañana nublada fue tiñéndose de una claridad mínima,
el camino sinuoso se convirtió poco a poco en extenso
y se pudo presentir el verde de la hierva en su rivera.

Los pájaros ya sí que se escuchaban,
y la misma mañana presumía de alegría
porque detrás de la inmensa montaña
resultó haber una amplia e ilimitada llanura.

Y el agua antes enredada en si misma,
que bajaba desde siempre por el cauce de rocas y de cieno,
se fue aclarando y haciéndose cristalina,
convirtiendo lo enrevesado de lecho en arroyuelo.

No vislumbré ya más la luna a media mañana,
como tampoco se acostumbraron mis retinas
que antes de noche pasaba veinticuatro horas
y que ahora saboreaba el sol a eso de las doce.

Conté los dedos que una mano y más de cinco tenía
porque aprendí a reconocer viendo más allá de mi retina,
porqué conformarse con cinco,
siendo hasta diez los que, con ambas manos tenía……

Hasta las flores salieron a decirme hola,
todo el mundo se acercó a conocerme,
hasta la atenta y simpática de aquella señora
que jamás saludé, me saluda ahora.

Vinieron hasta pájaros a mi ventana,
como queriendo pedir compañía en su melodía,
persiguiendo en el pletín de mi ventana
a un par de hormigas que hace tiempo que había.

No pude conciliar el sueño,
el tiempo que no tenía lo impedía,
quedo detenido entonces
para que así darme la tregua que me lo impedía.

Trajo la mañana el aroma,
del otoño a mi puerta el aire barría,
en este tiempo que se ha vuelto silencioso
un día nuevo ya para mí renacía.

Y quedaron presuntas las horas,
me tragué el no me da tiempo por el sí podía,
saque entonces un reloj nuevo
que cogí porque aquel no me convenía.

Miré a una mosca que ante mí sus alas batía,
la dí permiso para que se posara si quería,
me dio las gracias por tan enorme cortesía
cosa que me extrañó ya que nunca antes la concedía.

Miré las rejas que antes protegían mi ventana
y vi atónito que ya no las tenía,
ahora todo era más amplio y sin sus rayas,
aquellas que hasta hace nada del exterior me protegían.

Conté hasta los pasos que daba,
ciento cinco, ciento seis y ciento siete:
era la distancia que me separaba
que del sitio en el que estaba hasta el que dirigía.

No son tantos pensé entonces contrariado,
pregúnteme entonces porque nunca los recorría,
cual era hasta entonces aquella distancia
que ni andar tan poco me permitía.

Me senté a recapacitar muy contrariado,
a preguntarme el porqué de lo que ocurría,
el porqué en tan sólo un simple instante,
todo cuanto tenía ya no lo tenía .




Hasta la flor que antes no me lo decía,
me volvió a decir el aroma que siempre tenía,
contándome el porque de sus colores
y la gran variedad que de tonos disponía.

Me miré entonces de arriba abajo,
de pie hasta donde mis ojos podían
y fue distinto a cuando salí de mi casa:
no era yo lo que mis ojos veían.

El día se volvió de nuevo para mí un poco oscuro,
dejo de brillar con la misma intensidad con la que lo hacía,
desconcertándome ante aquel inexplicable gran cambio
que sin poder razonarlo ahora sufría.

Salí de nuevo a respirar el aire,
al puro otoño que tras las puertas había,
a ver las doradas hojas que el viento arrastraba
y que hasta mi puerta inertes me traía.

Saqué del bolsillo un pañuelo,
en el pañuelo puse una lágrima que prisa tenía
recorriendo apresuradas las mejillas
y eran lágrimas, las mismas que hace tiempo no sentía.

Un lento suspiro escapó con alivio de mi alma,
y eso que siempre pensé que no la tenía,
me apareció la memoria diciendo cosas raras,
contándome de nuevo historias que ya sabía.

Hoy el día me ha desengañado,
ha destrozado totalmente mi planificado día a día,
ha cogido el atajo que simple y llanamente
me negué siempre a creer que lo había.

martes, 6 de octubre de 2009

ROCAS EN EL ACANTILADO

Fueron las rocas testigo de aquel encuentro,
cómplices de un amor que fue imposible,
calladas alarmas que con su negro filo,
dieron sentencia de muerte.

Fue la playa amante del infortunio,
muda sombra que no dijo nada,
bella estampa que parecía el paraíso,
estela dorada convertida en madrugada.

Y fue la noche cómplice de todo aquello,
la mar pulsó el gatillo ante todos,
sabiéndose absuelta de todo cargo,
impune ante todos sus correligionarios.

No tuvo piedad ni aceptó excusa,
el acantilado observó todo el echo,
fue juez que certificó la venganza
de quienes osaron atravesar El Estrecho.

Las olas estaban enfurecidas,
la corriente los arrastraba,
al futuro aquél que no conocerían
convirtienda en tragedia la esperanza.

Mientras los veraneantes dormían,
y las barbacoas aún humeaban,
cuando aún el eco de su voces quedaban
en el aire frío que trajo la noche.

Nadie quiso ni pudo escuchar nada,
la luna puso silenciador de plata,
las rocas el beso de la muerte
que en eso estaba bien experimentada.

Y la madera ardió sin previo aviso,
sin tan siquiera que hubiera llama,
las besó el negro de aquellas piedras
convertido en puñal y espada.

La noche fue testigo del parricidio,
cómplice la playa, el mar, las algas,
las luces que a lo lejos adivinaban
que aquel mar no se andaban por las ramas.

Y los cuerpos se convirtieron en conchas,
en mártires de leyes que los matan,
hambre para hoy, hambre para mañana,
que no soluciona el pan que les falta.

El mar fue testigo de aquello,
sin que nadie le recriminara,
mudos todos al ver aquellos cuerpos
que fueron las rocas quien los matara.

Y nada supimos más de ellos,
tan sólo ahora a esperar otra matanza,
que pronto el mar señalará en la playa
mientras todos estamos en otras aguas.

Cuando caiga la noche nuevamente,
siempre alertas estarán las aguas,
afiladas bien esperarán las rocas,
a encontrar de nuevo carnaza.

Mientras, en la otra orilla,
pisan las rocas otra esperanza,
la verde aún, la que suspira
en cruzar el mar que los separa.

Esperan turno en una noche,
cuando esta esté tranquila y relajada,
la madera del cayuco bien revisada
es un vagón que espera a que el tren salga.

En aquella orilla sueñan mientras esperan,
el regalo que en el mar los aguarda,
marineros que en tierra anhelan
ser gaviota para poder volar las aguas.

Gaviotas negras que probarán fortuna,
que serán lanza que en el mar se clava,
intentando alcanzar un cachito de pan
que saben que al otro lado del mar les aguarda.

lunes, 5 de octubre de 2009

PLATA

Fíjate en lo fácil que resulta todo,
como brillan las luces que quedan encendidas
al otro lado de la ventana,
en la oscuridad pronunciada de la noche
que parecen gotitas de plata.

Aquella de la última planta,
esa que es reluciente y parece tan lejana,
la que es una estrella diminuta allá al fondo:
esa es la que más tiempo queda encendida.

Seguramente apaciblemente alguien tenga miedo,
por ello siempre la tiene atenta y vigilando,
impidiendo que la noche entre en la sala
porque la plata de la luz se lo impide.

Tal vez alguien aficionado a la lectura,
alguien al que el insomnio domina,
quien en las hojas de historias de un libro
encuentra la compañía que físicamente no tiene.

Anónimas gotitas de plata asoman tras la ventana,
como si cada una de ellas tuviese vida propia,
cada una con su historia independiente
y que sin que se den cuenta, tan parecidas.

La luz de las estrellas en todo lo alto,
confundidas y camufladas por las de las farolas,
disfrazadas a veces de colorines
se sienten ninguneadas por las impostoras.

Y la mano que corre la cortina,
haciendo a la plata un poco menos plata,
apagando su luminosidad hasta que alguien de nuevo,
cuando pida a gritos el aire de fuera,
deje al descubierto nuevamente más plata.

Otra de enfrente nuestra es más alegre,
a pesar de que es igual que la de al lado
pero sin embargo el trasiego de niños que presenta
curiosos mirando la calle todavía prohibida.

Y siempre hubo plata y plata,
no siempre su brillo significa semejanza,
hasta en esto de los metales naturales
los hay y los hubo quienes son más cotizados.

Aquella plata por ejemplo,
la que se intuye tras la arboleda de naranjos tras la carretera,
aquella que prácticamente no se deja ver
pero que por su ubicación presume de más rango.

Esa a la que me refiero,
la de la intimidad de las ramas verdes,
la que prefirió la soledad y el anonimato,
presume de plata pero es la que menos tiene.

Y mientras vivimos de cara a todos,
cuando vemos la plata reflejadas en los cristales,
inundada la noche de soledades
como aquella plata oculta tras los naranjos de la carretera.

Mira aquella, es nueva,
anoche mismo no estaba,
acabo de ver como se enciende,
quizás para reivindicar más compañía.

Hoy tal vez cuando venga la noche,
cuando descorramos las cortinas para que venga el aire,
en este verano que ahora aprieta,
sepamos distinguir de entre plata y plata.

Y son gotitas de plata,
que diariamente nos acompañan,
hablan directamente desde la lejanía,
anunciando a todos de quién se trata.

Anónimas luces que en la noche cabalgan,
en el horrible asalto anterior a la madrugada,
descargando soledades a la espera de que pase el tiempo
dando al tiempo un cierto halo de alhaja.

Se encenderán como cada día cuando la tarde se valla,
antes incluso de que el sol diga hasta mañana,
intentando evitar la noche y que esta resulte tan larga,
para ser así gotita encendida de plata.

domingo, 4 de octubre de 2009

DOMINGO PARA PENSAR.

Diariamente acudo a mi trabajo, que como soy autónomo de la hostelería, pues aquí no hay domingo ni festivos, aunque yo me lo tomo a mi manera y, cuando me parece, cierro, abro, vengo más tarde, etc...pues casi siempre y desde que la crisis se instaló entre nosotros, el domingo ha quedado para mí como día para pensar.....
Me levanto sobre las nueve y media, me visto y ya salgo de casa sabiendo de antemano que mi jornada laboral se va a limitar a repartir la prensa por encargo ( responsabilidad de servicio público que adquirí hace ya más de un año porque en mi pueblo no hay punto de venta de prensa) y luego...a pensar.
Me llevo toda la mañana pensando, investigando por internet todo lo habido y por haber, sin saber la mitad de las veces qué páginas mirar, que lectura leer, que amigo encontrar para chatear.... una auténtica mierda de día con perdón.
Participo en programas de radio, miro facebook mil veces y no encuentro nada más que gente aburrida como yo...
Abro y cierro Tuenti mil veces pero todos mis amigos agregados, más jóvenes y libres que yo, que seguramente se han acostado poco antes de yo levantarme y que a estas horas estarán durmiendo larga y plácidamente, como debe ser, la mañana convertida ya en medio día.
La radio me acompaña, de vez en cuando entra alguien, se toma algo y se va lo mismo que vino: sin encontrar ni compañía ni charla....
Menos mal que este tiempo libre da para pensar en esto y en mil cosas.
La memoria, que es cajón inagotable de vivencias, pensamientos, recuerdos, tiempos pasado, va desojando las páginas que menos te espera y se presenta a modo de titular en tu cabeza.
Un lío esto de no tener nada que hacer y mucho que pensar.
Seguramente habrá mil personas como yo por internet en estos momentos, y seguro más todavía las que le dan vueltas a su cabeza sin tener tan siquiera la oportunidad de internet para su uso y distracción.
Yo sigo con lo mio: voy de nuevo a Tuenti haber si alguien se ha levantado.

viernes, 2 de octubre de 2009

OCTUBRE


Pronto volverán a mi puerta, arrastradas por el viento de este otoño que ya ha comenzado, las hojas antes verdes y frescas que el verano ha destrozado hasta convertirlas en efímeras hojas amarillentas, resecas por dentro, a punto de desgranarse nada más tocarlas.
Ahora que las tardes se esfuman enseguida y la luz del sol se va marchando hasta la próxima primavera, haciendo que el hogar sea para todos más cercano y acojedor, dejando las calles vacías y desiertas desde primeras horas de la tarde.
Es Octubre.
En estos días que preceden al señalado, al que me abre la espantosa caja negra de los vuelos de la memoria, donde siempre es otoño los 365 días del año, donde jamás cicatrizará la herida que con tu vacio me dejaste, donde siempre tengo presente los últimos días junto a nosotros...siempre que sueño octubre, incluso aunque sea tan solamente de paso, siempre siempre, eres tú quien ocupa el nombre en el calendario.
Y como no creo ni quiero el olvido aunque haga daño, porque al fin y al cabo la memoria es lo único que nos queda aunque no nos pertenezca, aún así prefiero hasta pregonarlo, porque Octubre eres tú aunque me duela, aunque tu ausencia se me haga echo eterna en estos últimos cuatro años, pero el poso de la memoria y aunque duela, cada Otoño vuelve a regalarme aróma fresco de una Rosa para mí nunca marchita.